La democracia energética no tiene una definición unívoca. Sin duda, el término evoca el anhelo de un control colectivo sobre el sector, en contraposición a la cultura neoliberal dominante de la comercialización, la individualización y el control empresarial. La democracia energética aspira a poner en manos de los usuarios y los trabajadores de la energía el poder sobre todos los aspectos del sector, desde la producción a la distribución y desde el suministro hasta la
financiación, la tecnología y la producción de conocimientos.