El 7 de noviembre de 2019 se llevó a cabo en la ciudad de Bogotá el Foro: “Voces de la cr1s1s climática: Reflexiones y propuestas hacia la COP 25”, en el cual la Fundación Heinrich Boll, Censat Agua Viva, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), ClimaLAB, Pacto X El Clima, Ambiente y Sociedad, la Universidad del Rosario, AIDA, el Movimiento Latinoamericano y Caribeño frente al Cambio Climático CLIC! y el Observatorio para la Gobemanza Marino Costero compartieron y pusieron a dialogar sus sentires, preocupaciones y propuestas en tomo a la crisis climática y los escenarios de toma de decisiones sobre cambio climático, a propósito de la Conferencia de las Partes (COP) del Acuerdo de París que se llevará a cabo en diciembre de 2019.
Algunas de las reflexiones fueron las siguientes:
Contribuciones de la sociedad civil para enfriar el planeta
Tatiana Roa de Censat Agua Viva explicó que desde hace décadas organizaciones sociales y ambientalistas han venido denunciando de manera insistente los efectos que impone un sistema económico sobre la naturaleza.
Mientras las catástrofes “naturales” poco a poco se van normalizando en los escenarios políticos internacionales como la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), se plantean soluciones a la medida del sistema económico, acortando toda posible margen de maniobra y donde los únicos que se benefician son una absurda minoría.
Sin embargo, las propuestas de los pueblos han sido claras y contundentes: se necesita dejar el petróleo en el subsuelo y una agricultura campesina para enfriar el planeta. Ante esto, cada vez la consigna ¡Cambiar el sistema, no el clima!, toma más fuerza en los espacios donde se debate las negociaciones sobre el clima.
Diversas voces concuerdan que los acuerdos son instrumentos de papel donde se ratifican más que las selvas, el aire y el agua se vuelven mercancía, falsas soluciones bajo el “derecho al desarrollo” que el sistema promociona a más de la mitad más pobre de la población mundial y que son a la vez los más vulnerables a la indudable crisis climática.
Se anota que antes de que se empezaran las negociaciones sobre cambio climático, los pueblos ya venían haciendo acciones, desde las bases, desde la gente. No se pueden olvidar las luchas de los pueblos locales, como los U’wa que acuñan la apuesta de dejar el crudo en el subsuelo con base en el argumento de que el petróleo es la sangre de la Tierra. O como cuando en los 80´s el movimiento antinuclear en Alemania promovió el camino hacia la transición energética lo que ha hecho que cientos de municipios en el mundo empiecen a declarar municipios en transición y que los trabajadores de los sectores energéticos empiecen a discutir la forma de hacerlo.
También está la propuesta de Oilwatch con el Anexo O, como respuesta al Acuerdo de París, donde se exige que, así como se reconoce el Anexo 1 y 2 dentro de la Convención Marco de Cambio Climático que divide la responsabilidad de los países desarrollados en prevenir los efectos del cambio climático en los “países no desarrollados”, se reconozca igualmente este insumo, el cual está constituido por las organizaciones comunitarias y pueblos para que sea asumido como la base de una ruta de trabajo entre gobiernos y sociedad civil que desestructure y apunte a superar la crisis climática.
De esta manera, se sabe que los cambios no se van a dar si se espera la buena voluntad de los Estados y las corporaciones. Son acciones, rebeliones, propuestas y alternativas, las que llevarán a enfriar el planeta. Se mantiene la firme intención de construir futuro, con la oportunidad de hacerlo sin que sea catastrófico.
Soluciones a la crisis climática: “no inventemos una nueva rueda, la solución está en volver a las prácticas milenarias de los pueblos indígenas”.
Según Femando Herrera de la ONIC se puede encontrar una sincronía entre el Acuerdo de París, la Declaración de Conjunta de Intención y las Sentencias de la Corte Constitucional cuando se habla del reconocimiento de las prácticas ancestrales de pueblos indígenas fente a la crisis climática. Estos casos expresan avances en el reconocimiento de la importancia de la memoria de las prácticas milenarias de los pueblos, del cuidado de las semillas, de los ecosistemas y de que hay que volver a lo esencial; prácticas ancestrales que no solo benefician a los pueblos indígenas sino a la vida planetaria misma. Por lo que se demuestra con amplios argumentos, que no se tiene que inventar una nueva rueda para enfrentar la crisis climática y mucho menos una rueda que no sea acorde con las dinámicas propias de los territorios.
Por lo que se resalta que el cambio climático es un fenómeno multidimensional, causado por decisiones económicas, políticas y culturales, que llama a pensar soluciones desde todas sus aristas, con una importante atención multinivel y articulación multi- actor (incluidos el guarda indígena, el médico tradicional, los sabedores) que derriba fronteras políticas para poder crear una sola estrategia, entendiendo el rol del diálogo de saberes junto al diálogo de poderes (gobiernos propios indígenas y de Estados), dentro de las narrativas urbanos rurales y rurales – ancestrales.
Esto hace que el llamado sea permanente: ¡debe haber unión! No se puede seguir importando modelos de gestión ambiental que no tienen que ver con los ten;torios. Los ejercicios ambientales deben democratizarse y los traslapes de territorio hay que entrar a concertar a través de un dialogo horizontal, que no solo quede en la escucha, pues la participación como se entiende y aplica es insuficiente, obsoleta y anacrónica.
Se debe reconocer a los gobiernos ancestrales con un protagonismo importante dentro del ordenamiento ambiental, quienes han cuidado por milenios los territorios y que han demostrado que la impuesta centralización de los recursos solo repercute gravemente con las acciones necesarias frente a los diversos retos de la humanidad. Hay que llenar la política de colores y sabores de las regiones, tiene que tener sabor ancestral.
Ante este planteamiento, Gustavo Carrión suscribió que no se están construyendo territorios que se adapten al cambio climático, por lo que se debe empezar a volver al terruño, a esos sitios habitables, sin llegar a ser “morideros”. No se puede desconocer la existencia de las grandes urbes por lo que se necesita construir una política urbana sensata y coherente con los territorios para así, pasar de entender a las ciudades como una oportunidad y no como un problema.
Asimismo, la consulta previa en materia ambiental no puede seguir siendo considerada como un derecho solo para los indígenas. Este debe ser un derecho que protege las semillas, los ecosistemas y la vida. Hay que exigir que se mire hacia los territorios ancestrales, que tengan garantías para la protección de las semillas, los bosques y ecosistemas.
Generaciones presentes y futuras: ¿ Quiénes toman las decisiones?
Para Isabel Arboleda del Pacto X el Clima, Jhoanna Cifuentes de Climalab y Santiago Aldana del Movimiento Latinoamericano y Caribeño frente al Cambio Climático CLIC!, ha surgido con el Acuerdo de París un discurso de equidad, en especial entre las presentes y futuras generaciones, el cual se necesita aterrizar. Las generaciones que hoy alzan su voz ante la innegable crisis climática y sus consecuencias expresan la importancia de la participación de las juventudes como una oportunidad para cumplir a cabalidad las metas que la humanidad se ha propuesto ante este reto global.
Esta consigna se convierte así, en un llamado de atención para que gobiernos, tomadores de decisiones y en general, toda la sociedad civil reconozca el importante papel que cumplen y cumplirán los niños, niñas y jóvenes en la construcción de propuestas y acciones para enfrentar este desafío global, donde es clave que sus voces sean visibilizadas.
Por esta razón, se ha observado que en América Latina y en todo el mundo, la juventud ha venido impulsando cambios y movilizando a miles de personas para enviar un mensaje de llamado a la acción que genere compromisos más ambiciosos.
Movimientos como Fridays For Future y otros que han surgido recientemente, demuestran el poder y el compromiso que tienen estas generaciones, así como también, plantean la necesidad de cambiar el paradigma de la movilización y la protesta, para conseguir participación real en las decisiones que definirán el rumbo del planeta.
Sin embargo, dichos movimientos juveniles internacionales mantienen un mensaje eurocéntrico, motivo por el cual la juventud latinoamericana está llamada a mantenerse informada para elevar peticiones claras y acotadas a las diversas realidades territoriales en las regiones.
En este sentido, se plantea la necesidad de que la juventud movilice mensajes digeribles pero informados sobre los aspectos técnicos-científicos más relevantes que tienen injerencia en las realidades cotidianas de las personas, buscando brindar mayor acceso a la información a nivel regional y motivando, el impulso de garantías a los liderazgos territoriales que dan estructura y fuerza a la acción climática.
Se hace entonces, indispensable la creación de un puente relacional entre líderes jóvenes rurales y urbanos, con el fin de promover la comunicación participativa en la construcción de propuestas y ejercicios para la acción climática, atendiendo las prioridades de las distintas realidades y su visibilización desde un enfoque solidario.
Se centra la importancia de los espacios de participación oficial como las COP, en las que un grupo de representantes juveniles tienen la oportunidad de expresarse, pero donde aún se observa limitación en la participación de otros miles de jóvenes, cuyos gobiernos -incluido Colombia- no han hecho esfuerzos suficientes para garantizar que las voces de las juventudes de sus países estén presentes.
En este sentido, no se puede ignorar el alto reservorio de creatividad y propuestas que esta población demuestra a través de las diferentes iniciativas que a nivel mundial han permitido unir a jóvenes de diferentes partes del mundo para ratificar los principios por los cuales el Acuerdo de París nació y los instrumentos que se desprenden del mismo, en miras de posicionar su voz en espacios de toma de decisiones, más allá del discurso y la foto.
A pesar de que la ciencia manifiesta un discurso de urgencia ante la crisis y los tomadores de decisiones una postura de falsa inclusión, los jóvenes no se rinden y manifiestan estar de pie y dispuestos aportar en este propósito que no solo une naciones, une generaciones; en especial en el marco de tomar decisiones coherentes en este 2020 que se aproxima, donde nuevamente las naciones deberán pensar como aumentar su ambición, definir mecanismos que garanticen la transparencia de la reducción de emisiones y la forma como se garantizará una cooperación internacional para el aumento de la resiliencia local.
Mecanismos de participación y acceso a la información
Lina Muñoz de la Universidad del Rosario explicó la importancia del Acuerdo de Escazú como un instrumento de derechos humanos y ambientales para promover la acción climática, que convierte el el Principio 10 de Río de Janeiro de 1992 -sobre información, participación y justicia en asuntos ambientales- en un tratado vinculante para Aérica Latina y el Caribe al establecer las bases del concepto de democracia ambiental, y poner en el centro de la toma de decisiones a las personas y a los defensores ambientales, en especial en un contexto de construcción de territorios bajos en carbono y resilientes.
Sin embargo, Colombia no lo ratifica aún, cuando es el segundo país con el mayor número de conflictos ambientales del mundo, y uno de los más peligrosos del mundo para ejercer la defensa del ambiente. Sumado a esto, en materia de acceso a la información sobre cambio climático, en el país los datos son muy técnicos y dificiles de comprender para las personas. Sobre el acceso a la participación climática, es 1nuy limitada y la mayoría de sus instrumentos y políticas en esta materia cuentan con muy bajo involucramiento por parte de las regiones y las organizaciones de la sociedad civil por lo cual se requiere descentralizar la acción cli1nática. Finalmente, respecto de la justicia climática, hay varios casos a nivel nacional e internacional novedosos, pero se requiere un gran esfuerzo para cumplir las sentencias, capacitar a los jueces en estos temas y crear una jurisdicción ambiental especializada.
¿ Cuáles son las responsabilidades reales de cambio climático de Colombia? Aspectos problemáticos desde la perspectiva de la sociedad civil
-Protección de las comunidades costeras, las costas y los océanos:
Ana Lucía Maya Aguirre del Observatorio para la Gobemanza Marino Costera señaló que ha faltado intención y acciones para la protección de los océanos. La COP25, llamada la “COP azul”, es una oportunidad para la búsqueda de la renovación de los compromisos mundiales al respecto. Chile como país anfitrión inicialmente estaba posicionando el discurso de protección de los océanos, y se espera que con el cambio de la COP a España no se ponga en riesgo esta agenda.
Las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC, sus siglas en inglés) de Colombia tienen que tomar medidas positivas para proteger los sumideros, incluyendo los océanos; pero infortunadamente en las NDC presentadas en 2015 ni siquiera se mencionan las costas y los océanos. Colombia y los Estados Latinoamericanos vienen insistiendo en ser reconocidos como vulnerables al Cambio Climático y, precisamente, Colombia lo es por tratarse de un país costero.
¿Cuál es el reto para el 2020? Dar un giro, una mirada más intersectorial a los temas marino costeros. Colombia debería tener la capacidad de medir a los océanos como sumideros y responder a cómo va enfrentar al aumento del nivel del mar y al desplazamiento ambiental de comunidades. Este desplazamiento no tiene una regulación específica en el país. Adicionalmente se debe validar la ciencia como fuente de información para el cambio climático, siempre que sea una ciencia abierta a lo social, en la que se acepten los saberes de las comunidades.
– Proyectos REDD+:
Marce la de Censat Agua Viva 1nanif estó que se dice que los mecanismos REDD+ vienen a reducir la deforestación a travésMarce la de Censat Agua Viva 1nanif estó que se dice que los mecanismos REDD+ vienen a reducir la deforestación a través del pago por servicios ambientales – PSA, cuando en realidad, plantean son la formalización a través de contratos a comunidades para que hagan lo que siempre han venido haciendo, cuidar el territorio, es así como buscan a través de estos proyectos mercantilizar la naturaleza.
Frente a esto, estos proyectos expresan dos grandes problemas: 1. La militarización de los territorios: se le está dando acceso y control militar de los territorios a las fuerzas armadas. La operación Artemisa, por ejemplo, son batallones militares que están judicializando a los campesinos por cortar un palo, tiene foco de intervención en los campesinos y colonos, lo cual no precisamente logra soluciones conscientes de la complejidad y las relaciones del territorio. 2. Acaparamiento de tierras: los proyectos de REDO+ son promotores de deforestación por su princ1p10 de adicionalidad al ser una forma de retribución económica, lo que centra a la naturaleza como objeto de mercado, apoyando la falsa ilusión de un desarrollo sostenible.
Esta compleja relación entre el territorio visto como oportunidad para resolver los problemas que ha traído el mercado, bajo el mismo propósito de continuar con su desarrollo, pone en tela de juicio la forma cómo se podría lograr una efectiva justicia climática. Por lo que recientemente en las discusiones internacionales, diferentes organizaciones debaten la forma de vincular los derechos humanos dentro de los compromisos de mitigación y adaptación nacionales.
– Contabilidad de emisiones
Juana Hofman, abogada de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente AIDA advirtió que la meta del gobierno de Colombia es reducir el 20% de las emisiones para el 2030. Pero resaltó la pregunta: ¿Qué emisiones está contando Colombia? Esta pregunta la enmarcó en el contexto de exportaciones de combustibles fósiles de Colombia, haciendo especial referencia a las exportaciones de carbón. No hay que 01nitir la responsabilidad de los Estados productores en la crisis climática. El carbón es el combustible fósil que emite el 44% de emisiones de dióxido de carbono en el mundo. La matriz energética de Colombia se basa en hidroeléctricas, no en termoeléctricas, pero no se contabiliza el carbón que se exporta en las em1s1ones, lo que permite reflexionar sobre el principio de la responsabilidad compartida y diferenciada.
Hay que hacer un alto en el camino y poner estos puntos críticos en la COP, para configurar la responsabilidad internacional de los Estados frente a lo que producen y no solo frente a lo que usan o queman. Tiene que ser un consenso que venga de la sociedad civil, se debe exigir el aumento urgente en las ambiciones de los países latinoamericanos y tener siempre presente una transición justa y respetuosa con los derechos humanos.
Se estima que, para lograr cumplir la meta de evitar un aumento de temperatura de 2°C del Acuerdo de París, los países deben incrementar cinco veces la ambición de sus compromisos, lo que ratifica la necesidad de una voluntad genuina de las partes. Ante esto se preguntó:
¿ Cuál sería un giro trascendental de un acuerdo que permita revertir la tendencia a seguir calentando el planeta en un COP ideal? Si no se trata en una COP, ¿En dónde se podría llegar a ese acuerdo?
Al respecto, por un lado, se comentó que un giro trascendental para evitar esta crisis climática es el reconocimiento de la voluntad más allá del papel y el discurso y el entendimiento del concepto de ceder con transparencia. No se llegará a ninguna parte mientras se desconozcan las profundas y complejas relaciones de las causas del calentamiento global y las formas como las naciones y las sociedades están conectadas y la energía que alimenta esas conexiones. Por lo que deberá darse el debate para cuestionar qué tanta de la energía que se usa para sostener el modelo actual estamos dispuesta a ceder, con base en la experiencia y no en las expectativas.
Asimismo, se ratificó la necesidad de caminar hacia una efectiva descarbonización. Esto, en el contexto actual de Colombia implica en primera medida decir “No al fracking, ni aquí, ni allá, ni hoy, ni nunca”; que resultaría ser una acción contundente para lograr frenar de manera inmediata la crisis climática no solo a nivel nacional, para luego mirar la forma de promover una transición energética descentralizada, justa y autónoma.
De igual modo, se expresó desde la dimensión de la participación que una COP ideal, no sería ni siquiera una COP, donde solo los grupos de poder tienen certeza de su participación, sino una “¡Conferencia planetaria!”, que tuviera como racionalidad poner la vida en el centro y exaltar una ética planetaria que es solidaria, que bebe del pensamiento de los niños, niñas y los abuelos y que no es adultocéntrica, ni mercantilista, a lo largo de las calles.
El cambio climático está produciendo una gran movilización ciudadana y la gente está apuntando a soluciones. ¡Que el ambientalismo se convierta en una cuestión política generalizada!
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